La gesta de independencia de Guayaquil tiene un rico significado
nacional. En primer lugar, fue eslabón crucial del proceso de la
independencia de lo que hoy es la república del Ecuador. En segundo,
representó un paso determinante para la unidad del país. Y, en tercer
lugar, señaló un camino para seguir de autonomía y unidad al mismo
tiempo.
Sin el 9 de octubre de 1820 ni la actitud visionaria y generosa de los próceres de la Independencia de Guayaquil, habría sido infructuoso el primer movimiento libertador de los quiteños el 10 de agosto de 1809, que fue refrendado con la sangre de toda una generación dirigente, la de los patriotas sacrificados el 2 de agosto de 1810 por las fuerzas españolas. Al mismo tiempo, la victoria de hace 189 años permitió proseguir la lucha libertadora que culminaría con la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.
Soldados guayaquileños, así como de otras latitudes sudamericanas, actuaron bajo la dirección de la espada de Antonio José de Sucre para consumar la independencia de parte de los antiguos territorios que formaron la Real Audiencia de Quito durante los siglos de dominio colonial español y que ya fueron percibidos como una unidad en el tiempo y el espacio por personalidades descollantes como Juan de Velasco y Pedro Vicente Maldonado.
El lema de "Guayaquil por la patria" resume el pensamiento de los próceres de Octubre: Guayaquil independiente no se encierra en sí misma, sino que despliega un esfuerzo por la patria que será esencial para culminar el proceso libertador del Ecuador.
A lo largo de la historia, el Puerto Principal ha acogido a la población de todos las provincias . La pujanza, la fuerza laboral y emprendedora de la ciudad de Guayaquil han seguido ese trayecto trazado por los próceres de Octubre: poner los logros al servicio de la patria. Esta es la lección más perdurable y de actualidad a 189 años de la gesta independentista del 9 de Octubre: la autonomía en función del servicio al país, respeto a la diversidad para la unidad.
Sin el 9 de octubre de 1820 ni la actitud visionaria y generosa de los próceres de la Independencia de Guayaquil, habría sido infructuoso el primer movimiento libertador de los quiteños el 10 de agosto de 1809, que fue refrendado con la sangre de toda una generación dirigente, la de los patriotas sacrificados el 2 de agosto de 1810 por las fuerzas españolas. Al mismo tiempo, la victoria de hace 189 años permitió proseguir la lucha libertadora que culminaría con la Batalla de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.
Soldados guayaquileños, así como de otras latitudes sudamericanas, actuaron bajo la dirección de la espada de Antonio José de Sucre para consumar la independencia de parte de los antiguos territorios que formaron la Real Audiencia de Quito durante los siglos de dominio colonial español y que ya fueron percibidos como una unidad en el tiempo y el espacio por personalidades descollantes como Juan de Velasco y Pedro Vicente Maldonado.
El lema de "Guayaquil por la patria" resume el pensamiento de los próceres de Octubre: Guayaquil independiente no se encierra en sí misma, sino que despliega un esfuerzo por la patria que será esencial para culminar el proceso libertador del Ecuador.
A lo largo de la historia, el Puerto Principal ha acogido a la población de todos las provincias . La pujanza, la fuerza laboral y emprendedora de la ciudad de Guayaquil han seguido ese trayecto trazado por los próceres de Octubre: poner los logros al servicio de la patria. Esta es la lección más perdurable y de actualidad a 189 años de la gesta independentista del 9 de Octubre: la autonomía en función del servicio al país, respeto a la diversidad para la unidad.
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